Como bien
sabemos la violencia escolar, lleva a los individuos a manifestar su
intolerancia en niveles extremos, más allá de la simple indiferencia o de la
agresividad verbal, es decir llegando hasta el grado del maltrato físico o
asesinato, y esto se amplía en los ámbitos áulicos donde muchas veces se
manifiesta de forma directa o implícita
a través del docente, de los programas de estudio y de los propios libros de
texto que en ocasiones imprimen de forma
contundente estereotipos orientados sobre la perspectiva de género.
La violencia
posee distintas facetas, más aún en la educación donde parece haberse acentuado
de manera grave en este año, por tal razón habrá que poner más atención para
buscar alternativas de solución, nos atreveríamos a decir que, a través de la
acción de educar se ponen en juego diversas dimensiones que trascienden el
ámbito exclusivo de la educación. El desafío es, ¿cómo coadyuvar a su
entendimiento?, con el objetivo de generar los aprendizajes necesarios para
preparar a los individuos para la aceptación del otro como persona, con ello
estaríamos entonces dando un paso bastante sólido hacia la construcción de la
democracia y de un mundo mejor que todos deseamos en el cual nos tratemos verdaderamente
como seres humanos, los unos a los otros sin diferencias de ningún tipo.
Un aspecto fundamental, es que debemos resignificarnos como sociedad
“pensante”, “avanzada”, como nos designan estos adjetivos calificativos y
ciertamente buscar el diálogo, el
entendimiento y la apertura hacia la
diversidad
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